por Enrique Morales Mery
Conde Joseph de Maistre (1753-1821) fue un pensador saboyano, un contrarrevolucionario a ultranza que vio en la Revolución Francesa una acción de quiebre del orden providencial de Dios. A la vez la interpretó como una oportunidad en la historia para manifestar el poder de Dios. En razón de su catolicismo ultramontano de Maistre manifestó apego al orden establecido del Antiguo Régimen y por ende lo asimiló a los designios de la divinidad.
Conde Joseph de Maistre (1753-1821) fue un pensador saboyano, un contrarrevolucionario a ultranza que vio en la Revolución Francesa una acción de quiebre del orden providencial de Dios. A la vez la interpretó como una oportunidad en la historia para manifestar el poder de Dios. En razón de su catolicismo ultramontano de Maistre manifestó apego al orden establecido del Antiguo Régimen y por ende lo asimiló a los designios de la divinidad.
Por lo anterior tanto personas como instituciones estaban supeditadas, condicionadas y catalogadas a partir de la noción de orden predeterminado. La autoridad ejercida de acuerdo a ese orden era un digno ejecutor de la voluntad máxima desplegada en la praxis por la autoridad humana competente. El punto aquí es que dado esto, la noción de castigo es entendida como sanción al desorden, al caos, a un quiebre con lo divino. Y este castigo es pasivo y activo, es como lluvia que cae sobre todos. Su negativa visión del hombre lo hace rendirse a la idea de la purificación mediante el padecimiento no buscado (como es el caso de los desastres naturales) y el castigo encontrado como sanción social producto de un acto punible. Por tanto en su postura el castigo siempre esta presente. De Maistre en sus Veladas de San Petersburgo, indica citando a William Jone en su comentario relativo a Manu (legislador de la India), "El castigo gobierna la humanidad entera; el castigo esta en vela cuando las guardias humanas duermen".
Esta cita indica de momento dos cosas preocupantes, en primer lugar la agencia humana y su accionar moral estarían prefijados, encasillados, como parte de un mecanismo ajeno a la voluntad humana; por ello el castigo siempre esta despierto, siempre conoce la verdad que de Dios viene. Por tanto lo segundo es que el hombre esta imposibilitado de dar cumplimiento al castigo o muerte hacia otro hombre porque comparte la debilidad que le viene del pecado original. Se requiere de una autoridad delegada que haga cumplir la ley y de un hombre, que renuncie temporalmente a su humanidad, este es el verdugo, y ello para ejecutar la muerte y su ciclo purificador.
Estas afirmaciones de tinte religioso tienen implicancias políticas, incluso en la actualidad; no olvidar lo planteado tanto por Cioran e Isaiah Berlin respecto a la influencia maistreana en el fascismo/nazismo del siglo XX. Hoy parece mantenerse una idea jerarquizada y cuasi omnipotente de la autoridad en el plano represivo; hay resabios de coacción no basada en autoridad sino en autoritarismo. Y aun la antigua figura del verdugo, entendido como extensión visible y castigadora de Dios sobre el hombre, reflota en la discusión de la pena de muerte y en los excesos de leyes que defendiendo la sociedad la destruyen a largo plazo.
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