5 de julio de 2011

Despolitizados?

Casi hasta el cansancio la derecha chilena ha venido formulando una pedagogía de despolitización. Este punto se ha ido afianzando por su errada concepción de sociedad civil. Para este sector político la condición de independiente es un factor de ventaja y relevante a la hora de comprender la esfera privada y su influencia indirecta en el espacio publico. Esto porque esa independencia esta ligada a una particular concepción de autonomía y libertad, concepción ligada a una ética del trabajo y el emprendimiento que no pueden ser "contaminadas" por el mundo partidista. Ciertamente que los partidos puede ser un factor negativo en la vida de muchas sociedades pero la política no se agota ahí, y el precio de no incidir en lo publico por parte de los ciudadanos es un costo inútil y no deseable. En el liberalismo clásico y siguiendo la nomenclatura de David Held (véase su libro Modelos de Democracia, ultima edición), este tipo de democracia es la democracia protectora, protectora de la esfera privada, una democracia que se construye sobre una nominal y no delgada linea de separación con lo publico. Pero existe esta separación? es posible concebir la vida sin el continuo publico/privado? Acaso en concreto, nuestra derecha no forja conductas e ideales que se consolidan en ese continuo?. Sin apurar mucho el análisis un gran defensor de esta noción protectora e irónicamente "protegida" durante dictadura, Jaime Guzman, fue un vivo ejemplo de ciudadano con una marcada vida publica, vida que era traspasada e influida por sus valores; los cuales sin duda no emanaron de la nada, esos valores no estaban huerfanos de amigos, familia, religión u otros factores privados.
Hoy por tanto no es sorpresa que políticos formados al alero de este híbrido concepto de despolitización y servicio publico, confundan periódicamente los alcances de la opinión publica. Para Joaquin Lavin y Ena Von Baer la política tiene un dejo de mal necesario. Si el tenor de lo político es adverso a sus planteamientos es visto como un obstáculo, como detonante de inestabilidad, como faccionalismo sucio y antipatriota, como opinión ideologizada.
Curioso, nada de lo que hacemos no ha sido pensado previamente, nada de lo que hacemos no se ha reflejado en una idea, incluso aquello que no hemos hecho se deposita en las esperanzas de la utopía. Nada propio de nuestra vida privada esta exento de consecuencias, de significados o de ser factor de reproducción cultural tanto a nivel publico como privado. Asumiendo esto, todo puede ser visto, evaluado o atrapado en el prejuicio de lo ideologizado. En vez de rastrear lo contaminante yo limpiaría, al espacio publico y al proceso formativo de la opinión publica, de estas nocivas ideas que consolidan una ciudadanía desinformada y manipulable, una cultura política desnutrida y de corto alcance que finalmente contribuye a la mantención de una clase política de espaldas a la gente, pero muy a tono con el pulso de ciertos privados intereses humanos.

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