por Enrique Morales Mery
La transexualidad entronca con las luchas planteadas por otros grupos sexuales relegados a una condición de ciudadanía de segunda clase. A poco andar, la transexualidad ofrece una realidad socio-política de mayor alcance y que influye en diversas dimensiones y saberes. Ciertamente, la información de la identidad ha sido funcional a parámetros asimilacionistas planteados por la heterosexualidad dominante. Ello ha repercutido en el énfasis dado a perspectivas centradas en el cuerpo y la clasificación biologicista. Las luchas de inserción social y de visibilidad política han estado condicionadas por el propósito de cambio de sexo. La dualidad sexual, estrictamente en un plano corporal, no es cuestionada desde una postura generizada alternativa. Las metas del colectivo transexual se traducen dentro de la bio-lógica dual del saber medico y ello se amplia a la dimensión de autoridad legal, política y económica que faculta la integración socio-política de la población transexual.
La transexualidad entronca con las luchas planteadas por otros grupos sexuales relegados a una condición de ciudadanía de segunda clase. A poco andar, la transexualidad ofrece una realidad socio-política de mayor alcance y que influye en diversas dimensiones y saberes. Ciertamente, la información de la identidad ha sido funcional a parámetros asimilacionistas planteados por la heterosexualidad dominante. Ello ha repercutido en el énfasis dado a perspectivas centradas en el cuerpo y la clasificación biologicista. Las luchas de inserción social y de visibilidad política han estado condicionadas por el propósito de cambio de sexo. La dualidad sexual, estrictamente en un plano corporal, no es cuestionada desde una postura generizada alternativa. Las metas del colectivo transexual se traducen dentro de la bio-lógica dual del saber medico y ello se amplia a la dimensión de autoridad legal, política y económica que faculta la integración socio-política de la población transexual.
La existencia legal, la presencia política y la capacidad económica para solventar operaciones de cambio de sexo, se entrelazan para mantener un tradicional orden dual de genero a partir de una falsa igualación de cuerpo, sexo y genero. Todo esto incide en la imposibilidad de entender la identidad social y política, y por ende las implicancias en el plano de la ciudadanía, de una postura mas cercana a la transversalidad de genero o el planteamiento de un tercer genero. Esto ciertamente abriría un ámbito de comunicación e intersección entre lo masculino, lo femenino y esta nueva realidad que intenta legitimarse.
La transexualidad ofrece un quiebre en la bidimensionalidad de la in-corporación. Por un lado la incorporación biológica, remitida al cuerpo, puede concebirse absolutamente fuera de la dualidad sexual y por tanto no someterse al saber medico. Ello por supuesto introduce cambios a los concomitantes supuestos legales, políticos y económicos.
La identidad de genero en la transexualidad sobrevive a las condicionantes corporales y por tanto la segunda dimensión de incorporación, esto es la política, no debiera estar supeditada a la adecuación corporal dual ni de confirmación del binarismo cerebral (entendidos ambos en la tradicional lógica hombre-mujer/femenino-masculino/pene-vagina). Esto porque la previa existencia legal facilitadora de un reconocimiento social y político no se agota ni se acredita en lo corporal ni en la subyacente lógica medica.
Este caminar socio-político en el plano de la organización colectiva y su relación con los diferentes saberes y ámbitos requiere igualmente una coherencia discursiva, esto es una visible y consolidada identidad publica que permita la continuidad y adaptación de la identidad política y social de la población trans.
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