En esta reflexión inicial respecto al tema quisiera centrarme en la equivocada idea de ver a la solidaridad como virtud, esto es, como virtud en si misma. El error es frecuente y desvirtúa el trazado de los objetivos y consecuencias tanto de la acción individual como colectiva. Ciertamente la generación de vinculos sociales, de identificaciones colectivas a nivel de prosecución de labores para el bien propio y de otros es algo a lo cual nadie se negaría, o simplemente nadie de antemano definiría como acto exento de virtud. Sin embargo, como definimos lo bueno, lo deseable, lo que catalogamos un fin digno de ser perseguido? acaso ello no se puede dar dentro de una banda de ladrones, al interior de un grupo anti democrático o entre fanáticos religiosos? Solidaridad es fuente de cemento social, de cohesión, de identificaciones, apegos y lealtades; invariablemente aquello en abstracto, recortado de la realidad o visto dentro de una experiencia cerrada, atestiguada frente a pocos, es algo que se presta a ambiguedad conceptual. Ello gatilla dos observaciones, como entonces pasar del terreno meramente nominal, cuya etiqueta solidaria por lo que se ve puede ser algo en manos de lo mejor y lo peor de los seres humanos, a un plano con un contenido que de cuenta de pensamientos y acciones solidarias? aquí no es pasar de tolerancia a tolerar o de libertad a liberación, aquí la exigencia conceptual requiere valores actitudinales y a su vez una sensibilidad social acorde.
Distinguiendo entonces solidaridades negativas y positivas, comunes o privadas, egoístas o altruistas podemos avanzar en la visualización y evaluación de actitudes afines al encuadre solidaridad/bien común, social o colectivo. De lo contrario caemos, tal como lo indica Charles Taylor, en un individualismo metodológico, que disocia al individuo de su entorno, imposibilitando la comprension en los términos de la sensibilidad social que sobrepasa los repertorios sociales o la mera autonomía independiente.
La interdependencia positiva tras esta solidaridad, así definida y ejercida, permite despejar lo nominal sin contexto, lo conceptual sin alcance, la praxis sin sentido u orientación. La solidaridad toma cuerpo, pasa del individuo a la persona y de este a su comunidad y a su sentido de comunidad. De lo contrario si se atasca o desvía, la solidaridad vuelve al punto de indefensión frente a si misma. Requiere del hombre para conocer su destino, solo siendo ejercida en coherencia con el pensar, el sentir, el hacer y el servir, la solidaridad alcanza rostro. Tras la idea de phronesis aristotélica, se deja ver la búsqueda de coherencia, entre nuestra conciencia y nuestras acciones, si eso se multiplica a nivel colectivo tanto mejor. Tras ello la complicidad no muere en la ventaja, la estrategia o el egoísmo interesado.
La interdependencia positiva tras esta solidaridad, así definida y ejercida, permite despejar lo nominal sin contexto, lo conceptual sin alcance, la praxis sin sentido u orientación. La solidaridad toma cuerpo, pasa del individuo a la persona y de este a su comunidad y a su sentido de comunidad. De lo contrario si se atasca o desvía, la solidaridad vuelve al punto de indefensión frente a si misma. Requiere del hombre para conocer su destino, solo siendo ejercida en coherencia con el pensar, el sentir, el hacer y el servir, la solidaridad alcanza rostro. Tras la idea de phronesis aristotélica, se deja ver la búsqueda de coherencia, entre nuestra conciencia y nuestras acciones, si eso se multiplica a nivel colectivo tanto mejor. Tras ello la complicidad no muere en la ventaja, la estrategia o el egoísmo interesado.
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