2 de julio de 2011

Entre Excesos y Residuos.

 por Enrique Morales Mery


Hubo un tiempo en que el progreso económico era medido por el nivel de la población, nivel numérico ciertamente. Era preferible un gran numero, una masa disponible, brazos antes que otra cosa, todo con tal de avanzar. Era el exceso algo deseable y su control era mas bien un calculo errado en la medida que esa masa contribuyese al desarrollo. Con el paso de los años los excedentes se convirtieron en una molestia, mas todavía si el país pintaba para pobre. Si así era la condición se multiplicaba y el turismo por necesidad aumentaba, esto es, la emigración del indeseado excedente debía promoverse. El barrer el polvo era prioritario, ya sea para llenar colonias y con ello recibir las riquezas ajenas o para progresar con los "competentes", por tanto creando un vertedero con aquellos candidatos al fracaso. Bendito progreso, bendita ambiguedad ante los excesos, residuos y carencias; Zygmunt Bauman captura ejemplarmente esta idea y muestra su persistencia, durabilidad y aterradora actualidad. La modernidad tiene un precio, tiene vertederos y cualesquiera de nosotros  se expone a ello. Por estos lados del mundo, mas concretamente a finales del siglo XIX, un pueblo indígena sufrió en carne propia los dictámenes del progreso, sufrió en carne propia ser desecho de la escultura de la modernidad. Bauman (véase Vidas Desperdiciadas) recoge el registro del sufrimiento mapuche y cita al tristemente celebre General Roca quien llamase a  «someter lo antes posible, por la razón o por la fuerza, a este puñado de salvajes que destruyen nuestra riqueza y nos impiden ocupar de manera definitiva, en el nombre de la ley, el progreso y nuestra propia seguridad, las más ricas y fértiles tierras de la República».

Que indeseable lema de existencia colectiva, nuestro escudo lo enarbola... por la razón o la fuerza; tanto Roca en Argentina como Saavedra en Chile hicieron gala de progreso a través de la limpieza étnica, fue un genocidio guardado bajo la alfombra, invisible a la historia. Ese vertedero hoy nauseabundo por el hedor de muerte social que perdura, debiera remecernos, hacerlo en nombre de quienes han seguido a estos mapuches en el rol de residuo, todos los pobres de este mundo reclaman un lugar, un lugar en la tierra, en sus proyectos de vida y en las conciencias y actitudes de quienes los despreciaron y desprecian.

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