La convivencia social se dificulta mientras aumenten los males que dañan o desvirtúan las bases de coexistencia o los principios que guían el proceso social y político. El problema surge cuando la distinción entre el bien y el mal para una sociedad determinada, se hace simplemente borrosa; quien define bien, mal, lo bueno, lo malo? acaso ello no permea cada sentir, cada palabra, cada acto de tanto “moros y cristianos”?. Esto plantea dos dificultades “iniciales y finales”, la primera es la imposibilidad doctrinaria y practica de hablar con facilidad acerca de un Bien Común. La segunda es el hecho que quienes sostienen una posición así como quienes la rebaten, se ven a si mismos como portadores de lo correcto o lo bueno. Lo deseable, aquello a promover y otras “bellas” cosas se asoman en cada discurso, en cada verdad estratégica…
Dicho esto, solo queda asumir que la búsqueda del consenso por el consenso da de frente contra el potencial desacuerdo permanente. Igualmente toda lucha entre verdades, deberá someterse a deliberación, y al final de cada día iremos plebiscitando su grado de “verdad” en vista de cada contexto y necesidad. Mentiras, hipocresías, actitudes ventajosas solo se visibilizan vía dialogo, discusión y persuasión en base a las herramientas de una sana democracia.
Lo anterior no impide el convivir manteniendo un trasfondo de principios, un espacio de resguardados bienes sociales o conductas esperables para construir respeto mutuo. Lo expresado solo es un punto de partida para no sacralizar las ideas, no santificar bandos en disputa, no establecer a priori normas que de seguro, dada nuestra condición humana poseen personas, momentos y fechas de vencimiento. Por eso mas acá del bien y del mal se avistan personas, grupos y hechos de carne y hueso…
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