por Sergio Díaz Oliveros
No hay duda alguna que Chile vive una profunda crisis de representatividad. Los ciudadanos no creen en los partidos ni en los políticos. No creen en el Gobierno ni en la Concertación. Múltiples explicaciones pueden darse para entender esta situación. Pero más que explicaciones, creo que es importante proponer soluciones. Considero que la solución es llamar a una Asamblea Constituyente que construya una nueva Constitución. Necesitamos vivir bajo nuestras propias reglas del juego. Basta de democracia tutelada o protegida. Es hora que los ciudadanos chilenos deliberen y construyan sus propias instituciones. Para esto debemos exigir tres requisitos. Primero, que la Asamblea sea electa con el sistema electoral más proporcional posible, con el propósito de que estén representados todos los sectores de la sociedad. Segundo, que los constituyentes tengan la obligación permanente de escuchar y deliberar con diferentes organizaciones y grupos formales e informales de la sociedad. Tercero, que la nueva Constitución sea ratificada en un plebiscito donde puedan participar todos los mayores de 18 años. Sé perfectamente que una nueva Constitución no resolverá mágicamente los problemas que tiene el país. Pero también tengo la convicción que no existe nada más estimulante que vivir bajo reglas del juego que uno considere como legitimas. Reglas que nos permitan decidir qué país queremos construir y cómo vamos a resolver nuestras lógicas diferencias. Chile cumplió 200 años de autonomía, su pueblo está maduro para construir su propio destino y así de una vez por todas, vivir en un país democrático y libre.
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