25 de noviembre de 2011

Mas allá del Individuo

por Enrique Morales Mery

La visión negativa, respecto al individualismo imperante en la vida contemporánea, ha ido ganando terreno y ha permitido cuestionar múltiples aristas. El concepto de individuo y la personalidad resultante, se conciben como parte de un desarrollo recortado de la realidad, alimentado por un ejercicio de autonomía auto-reflexiva que parece aislar a hombres y mujeres de sus circunstancias. Esto, que de forma romántica nos lleva a valores liberales de auto-confianza, auto-realización o simplemente protección del ámbito del auto-cuestionamiento, en la praxis genera profundos problemas. Pensadores del neocomunitarismo anglosajón ya se han preguntado, hasta el cansancio, si es acaso posible pensar a hombres y mujeres como anteriores y distantes de sus circunstancias; del mismo modo surge la pregunta, con fuerza desde la teoría feminista, si se puede concebir al individuo como el ultimo reducto de una autonomía circunscrita e inmune al otro, desmereciendo de paso la ética del cuidado y sus naturales y aconsejables dependencias.

A poco avanzar resulta plausible proteger la esfera del cuestionamiento, el espacio electivo y pensante del ser humano; lo contrario daría pie a la imposición paternalista o a la invasión de posturas que invalidan la capacidad humana de decidir su propio destino. Hasta este punto no hay diferencias con el liberalismo, estas aparecen cuando la importancia de lo colectivo, de las identidades no elegidas, de las estructuras que influyen en lo social, son desestimadas a la hora de entender al ser humano. Ninguno de nosotros puede pensarse aisladamente, incluso aunque construyamos teóricamente un "momento reflexivo", todos estamos influidos por una cultura, un lenguaje, creencias, sentidos de pertenencia, lealtades, reglas de trato social y otros tantos factores que multiplican nuestra libertad y nuestra idea de yo. 

La tradicional postura liberal de libertad, entendida como no interferencia, adolece por ejemplo de pobreza empírica, la realidad del ejercicio de la libertad y las privaciones a la misma, principalmente, como consecuencia de la dominación y el desprecio a identidades colectivas, dan cuenta de una complejidad mayor. Asimismo las múltiples identidades que nos habitan, los vínculos que desencadenan nuestras lealtades y  la necesidad de lograr reconocimiento frente a terceros, muestran que la idea de un individuo autónomo requiere revisión. El planteamiento clásico necesita asumir el carácter relacional de la autonomía, al hacerlo, valores como la solidaridad y la compasión cobran fuerza. La autonomía relacional invita al diálogo entre identidades, mantiene la protección de la auto-reflexión pero sus alcances e implicancias derriban el modelo reducido del individuo y cuestionan los fundamentos del capitalismo, de las relaciones humanas distantes de la estima, el respeto y la confianza construidas en comunidad.


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