27 de octubre de 2011

Instituciones y Democracia.

por Enrique Morales Mery

Hace bastante tiempo que no leía una columna que apuntase de forma tan clara a la inextricable unión que existe entre las bases sociales y las instituciones al interior de una Democracia http://www.eldinamo.cl/blog/nuestra-democracia-en-riesgo/ . Tal como indica Jorge Canals, los hechos propios de la efervescencia social no son reprochables en si mismos; el agotamiento y carencia de una representación política en desconexión con una sociedad civil en movimiento es una consecuencia natural. Del mismo modo la sociedad movilizada esta informando de su descontento a la institucionalidad vigente. El problema radica en que aquella institucionalidad esta anclada en la defensa de su propia existencia, en el irrestricto apego a lealtades sectoriales o atrapada indefectiblemente en la lógica meramente legal. La sociedad civil por su parte se muestra difusa, a ratos eufórica aunque no por ello carece de un discurso articulado y que abarque variados temas. Lo difícil ha sido aunar criterios multisectoriales.  

Por lo anterior, todo los hechos que se vienen dando como fruto de la movilización inicial, y ello con independencia de los actores políticos, están supeditados a la imposibilidad de diálogo  y resolución. Por un lado los movimientos sociales que persiguen justas demandas han llegado a la arena política trayendo consigo un conjunto de rabias, de desazón y de poco apego al entramado institucional vigente. Vienen paradojalmente a reclamar y exigir ser escuchados frente a aquellos a quienes ellos no otorgan mayor legitimidad social y política. Por otra parte, los partidos políticos, el gobierno y toda autoridad a quien el tema le compete, están configurados y se autoperciben como depositarios de la deliberación formal. El concepto institución bajo esta premisa captura la demanda recibida y congela la posibilidad de dialogo con posibilidades de mayor influencia para la sociedad civil. Por ello se produce la falta de sintonía y la incapacidad natural. Ambos lados han llegado a este punto de expresión e inflexión sin saber como cruzarlo; ambos vienen con sus roles madurados, unos por agotamiento y frustración otros por acostumbramiento y reificación institucional. 

La ampliación de la idea y lugar de la deliberación política es crucial y ello por tres razones y emociones: 

- Es necesario aceptar la necesidad de abrir un debate mas allá de la mera expresión de ideas, estas deben ser acogidas también como posibilidad de cambio, de cuestionamiento del orden establecido. De lo contrario las instituciones y la clase política que les dan vida se desconectan de la realidad y se anquilosan tras las paredes seguras de una élite incomunicada. 

- Se hace imperioso abrir espacios desde la sociedad civil para con ello renovar los contenidos del debate y dar cabida a una contracultura que de mantener su frustración y forzado ocultamiento originará motivos suficientes para el no diálogo y posterior revolución. En esta parte ambos lados deberán asumir el transar y la imposibilidad de consensos forzados o el cambio de unos por otros en lógica suma cero.
   
- Finalmente la ampliación de la deliberación, al recoger identidades y contraculturas antes sin voz, permite afianzar procesos continuos de conocimiento y legitimación social. Con ello las instituciones encuentran respuestas, que muchas veces desconocían, pero lo hacen con el respeto y la integración del rostro humano que les da ese poder y por tanto los faculta a existir.

Todo lo anterior confirma el fondo del análisis que comparto con Jorge Canals, tal vez existan diferencias relativas al diseño institucional o el lugar ultimo de las decisiones, pero en lo básico existe la necesidad de desplegar ámbitos de confianza, para ampliar diálogos, vehicular demandas y dar cabida a los cambios dentro de la ruta democrática. De lo contrario la indignación dará paso a la ira y la oportunidad de respuesta institucional se quedara en la disolución y no en la comprensión y resolución de los conflictos. 

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