Ciertamente parece muy positivo ampliar nuestra preocupación y conocimiento respecto de la vida de otros. Ello en razón a su vez de un superar los mínimos de la tolerancia o la circunstancial curiosidad cultural. A partir de esto ampliamos nuestros intereses y su consideración y en ese intento empatizamos con la otredad. Se puede entonces calzar los zapatos del otro? la experiencia social de un tercero se puede internalizar en primera persona? Al parecer es posible sintonizar con la realidad de otros, pero la experiencia en si misma es intransferible. El caso de la discapacidad física es evidente, los limites de experiencia son tan claros que solo la expresión directa por parte del afectado puede darnos una completa y acabada visión de aquella realidad. En la empatía entonces descansa una limitante peligrosa, el tomar igual consideración de los intereses de dominados, discriminados o marginados no implica entender la perspectiva de otros; menos considerando que esa perspectiva ejemplifica una vida que no es dominante culturalmente y que vista desde afuera solo es capturada parcialmente.
Desde mi humilde punto de vista, aquí debe aplicarse la llamada “distancia respetuosa”, actitud prudencial que se adhiere a la tolerancia y se abre a una comprensión de lo ajeno sin asimilarlo o traducirlo desde lo propio. Ello permite ampliar mentalidad y conocimiento social y permite poner en entredicho reglas de juego imperantes y sus concomitantes mecanismos de ignorancia social. Algo mas que nuestro tradicional concepto de empatía posibilita superar el estático entendimiento, propio del status quo. Ello evalúa a su vez la dominancia cultural, superando simpatías, empatías y apatías. Se introduce el dialogo con los mundos hasta ese minuto puestos entre paréntesis y con ello se abre el camino a una sincera practica de deliberación y conocimiento democrático. Todo desde el otro, desde su particular experiencia, desde su perspectiva y considerando su voz en su historia.
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