29 de agosto de 2011

Diálogo de Sordos / Opinión.

por Luis Oro Tapia  - Centro Análisis e Investigación Política (www.caip.cl)

No hay diálogo entre el gobierno y sus detractores. No puede haberlo, porque para que se produzca deben estar ambas partes dispuestas a razonar. Pero aquí sólo una lo está: el gobierno. El Poder Ejecutivo le habla al movimiento social (integrado, principalmente, por estudiantes, ecologistas e “indignados”) en clave racional y éste no responde, porque está fastidiado de oír y acatar razones técnicas, ya sean ellas económicas o jurídicas.

De hecho, el gobierno le habla a un sordo. Pero, a su vez, el gobierno también es un sordo, porque no tiene oídos para escuchar las palpitaciones del movimiento social. Por eso, no hay diálogo entre las partes, menos aún comunicación, sólo hay interlocuciones verbales. En efecto, el gobierno se plantea en términos de racionalidad técnica y el movimiento social se plantea en términos emotivos. El movimiento social no es ideológico, tampoco esgrime afilados argumentos técnicos, ni sofisticadas razones, sólo tiene motivos (salvo notables excepciones). Esto no logra captarlo el gobierno, porque en su matriz tecnocrática (impregnada de racionalidad utilitarista), la “gratuidad”, y no sólo en el sentido mercantil de la palabra, no tiene cabida.

¿Y la Concertación? La anciana meretriz, en esta ocasión, está fuera de juego, porque no tiene razones ni emociones. En cuanto a sus “razones”, éstas ni siquiera alcanzan a cuajar en argumentos del teatro del absurdo y sus emociones son tan impostadas como las del Presidente, lo que la torna menos creíble que él y, lo que es peor, más patética que él.

El movimiento social, tiene indudablemente una dimensión política. Pero es mucho más que eso. Es básicamente un pathos y éste todavía no cristaliza en argumentos racionales y menos aún en argumentos que estén impregnados de racionalidad técnica. Si hay algo que no quiere escuchar el movimiento social son argumentos técnicos, porque, entre otras cosas, él es una rebelión contra la racionalidad tecnocrática y burocrática. Por eso no quiere darle curso institucional a sus demandas.

El gobierno y el movimiento social son universos paralelos que no tienen afinidad, porque tienen centros de gravedad diferentes. El del primero es la racionalidad técnica, el del segundo es la del pathos que se rebela contra ella. Él es un movimiento romántico y una rebelión contra el “pensar calculante”. Por eso no quiere negociar.

Faltan aún varias semanas para que se apague la llama de las emociones. Sólo cuando ella se transforme en brasa que arroje quemantes argumentos —cuando la pasión se transmute en razón— recién se podrá constituir una mesa de diálogo. Por el momento el horno no está para bollos.

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