por Emilio Guerrero
Resulta interesante como los recientes hechos, acontecidos en nuestro país, parecen estar contradiciendo una de las máximas, hasta ahora, más importantes de nuestro diario vivir: “La Política No Importa”.
La política no importa, según esta máxima, porque la realización personal no depende de nuestra cultura cívica. No importa, porque las satisfacciones que obtengo como consumidor, son infinitamente superiores a las que obtengo como ciudadano. No importa, porque el desarrollo individual está completamente disociado del desarrollo de la comunidad. No importa, porque, al igual como lo señaló Margaret Thatcher en su momento, la sociedad “no existe”. No importa, porque quienes se desenvuelven como nuestros representantes, desarrollan su labor de manera corrupta y poco transparente.
Lo verdaderamente preocupante, es que este discurso se instaló de forma exitosa, y ante esto muchos (por no decir casi todos), terminaron aceptando sus premisas de manera apresurada y poco reflexiva. El desprestigio de la política pasó a ser la regla y quienes defendemos su importancia, nos convertimos en una suerte de parias, unos que parecieran no comprender hacia donde se dirigen nuestras sociedades.
¿Qué hacer entonces? ¿La batalla está perdida? ¿Somos acaso una especie en peligro de extinción? Por mucho tiempo llegué a pensar en lo peor. Sin embargo, cada ciertos periodos, tienden a ocurrir hechos que entregan una luz de esperanza. 40 mil personas movilizadas, en contra de una central hidroeléctrica que afectará una de las zonas más bellas y vitales, ecológicamente hablando, de nuestro país. A su vez,100 mil jóvenes en las calles de Santiago y cientos de miles más en el resto del país, todos luchando por una educación digna y gratuita. 40 mil personas, representativas de las minorías sexuales junto a heterosexuales, clamando por una igualdad ante la ley que no discrimine en base a su respectiva condición. En paralelo, ministros que caen y son reemplazados, luego de haber menospreciado el acto de hacer política, esto en el convencimiento que por poseer competencias gerenciales eran capaces de dirigir un país.
¿La Política No Importa?... Si y mucho!. Ojala nunca se nos olvide.
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