16 de diciembre de 2011

Guzmán/Castillo Velasco: Derechos Humanos y Democracia.

por Enrique Morales Mery

No existe defensa de la institucionalidad, de la Democracia y menos de los Derechos Humanos cuando se construye un pensamiento a modo de "emergencia histórica". Es todavía peor cuando ese pensamiento surge de la abstracción jurídica de un legislador, uno que compromete su vivir en favor de un poder de facto y enmarcado en una Dictadura. Resulta triste hacer confluir principios contradictorios en una doctrina justificatoria de lo indefendible, de lo hoy innombrable. Para Jaime Guzmán, el catolicismo tradicionalista y gremialista, heredero del pensamiento de Osvaldo Lira, podía intersectar, y a modo de critica frontal,  con una interpretación antojadiza de la "politización" surgida de las soluciones totales de la izquierda chilena. Igualmente y con el tiempo sus esfuerzos se dirigieron a conciliar el Neoliberalismo de corte Hayekiano con el componente "solidarista" del corporativismo tradicionalista católico (de esto último su juvenil franquismo).  De aquí emerge la errada comprensión del principio de subsidiariedad como piso y techo de enlace con los privados y el capitalismo; de ello derivan todas las contradicciones que habitan entre el libre mercado y la responsabilidad social, entre el rol de los privados y la solidaridad como principio corrector de la justicia. La realidad dijo y dice otra cosa... 

Todo lo anterior también debe ser comprendido en un actuar político que surge desde la excepción y al alero de una muy frágil defensa de la Constitución de 1925. Como consecuencia, su "defensa" se diluye en una hoja de ruta trazada dos días después del golpe militar; con ello se empieza a tejer una Constitución que amparó el exilio y la persecución política; un articulado que conculcó las básicas libertades y que falsamente creyó en un concepto de Dictadura romana, como base de paréntesis corrector.  Lo que hubo fue un cambio total, una revolución de fondo, un rediseño que deriva hasta hoy en un tutelaje distante de la Democracia.

Como testigo de la misma época y enfocado en la mirada del humanismo cristiano, surge la defensa de los Derechos Humanos de Jaime Castillo Velasco. En su postura no se entremezcla de manera contradictoria y fallida el derecho de rebelión de Santo Tomas, no hay el recurso a un comunitarismo cerrado y medievalista, no hay una postura errática frente al liberalismo económico (vaguedad e imprecisión hoy presente tras su muerte). No hay abstracciones jurídicas adictas al legislador de turno (como ocurre en la admiración a Carl Schmitt presente en Guzmán). Hay en cambio una defensa concreta de los DDHH, de forma sistemática y no como anécdota. Castillo Velasco fue defensor de los DDHH y victima de una dictadura; entre ambos, Guzmán y Velasco, hubo una brecha que quedó registrada incluso en intercambio epistolar.

Nada justifica el asesinato de Jaime Guzmán, nada justifica el insulto fácil y sin fundamento, que se dejo ver en algunos, en la funa realizada en Campus Oriente. Mi reflexión solo apunta a los frutos visibles tras el pensamiento y acción de ambos, tras el hermoso riesgo de vivir la Democracia. Como resultado, el lugar de la libertad, respeto y dignidad de todo ser humano recobra su sentido y destino, más allá de toda abstracción y mesianismo de turno.    


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