por Enrique Morales Mery
Arrancar del escultor de la modernidad ha sido la consigna, huir de la perfección del éxito, del consumo, de la indiferencia frente a lo simple. No es fácil, la vida real devuelve incentivos para competir, para discriminar, para jerarquizar, para sentir que habitan entre nosotros ciertas distinciones, ciertos merecimientos... En eso estaba, en esas ideas de superioridad o al menos tratando de alcanzar el lugar desde donde brotaran los halagos y la mayor estima, cuando me encontré con un cáncer muscular, cuando descubrí la fortaleza en la debilidad, cuando a falta de un tumor tuve dos y sin saber de donde, las fuerzas salieron y la vida siguió... Pude ser testigo de mis dos hijos e incluso viví el dolor de la separación. Todo ello es un cumulo de sentimientos encontrados pero al mismo tiempo un signo claro de donde esta la vida, de donde hay que colocar corazón y energía. Estas son letras personales pero que para mi han sido vivencias iluminadoras.
Quería detenerme a recordar estos hechos y mirar el sentido profundo de Navidad, el nacer, ante lo inesperado, ante la perdida, ante el dolor. Todo con el trasfondo de la contradictoria maravilla que emana desde lo vulnerable, desde la pobreza, desde condiciones desfavorables... desde ese lugar, desde la dimensión de un pesebre, llega hasta nosotros un espíritu único, irrepetible pero transmisible en su sentir, en su pensar, en su sincera acción. Ahí esta el amor incondicional, al menos aquel que suscita y resucita ante los dolores y la adversidad. En estos momentos yo feliz junto a mis hijos, y cuando los escucho me emocionan sus palabras, cargadas de un sentido profundo y sin mayor complejidad. Sus abrazos, sus regalos hechos con sus propias manos, en fin cada cosa que antes uno dejó pasar, encuentran un sentido, un sentido en común. Gracias por leerme y Feliz Navidad!!!
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